martes, 3 de enero de 2012

RESURRECCIÓN


Para María Aurora, mujer creadora

Siempre pensé y así lo escribí, que la capacidad creadora era por naturaleza de la mujer, después la religión me deformó el concepto y el creador, el hacedor de las cosas, apareció como una  figura masculina o por lo menos indeterminada.
En esta duda existencial de confusiones múltiples como suelen hacerse hoy evaluaciones académicas,  conocí a Aurora Montaño: mujer-creadora-mujer. Me deslumbró su mirada, su capacidad y su inspiración. Primero me ayudo a envolver en Arte lo que solo era una sucesión fría de números, responsabilidades y programas. Enseguida  a imaginar cómo entre la aridez de las cifras y los dígitos, podía identificarse  la sensibilidad del alma al servir a lo humano.
Más tarde y de una vez, como si tuviera prisa por hacerlo, diseñó y creo a sus tres hijos, así, de repente, al mismo tiempo, creo que hasta saltándose pasos. Todavía hoy, ignoro como se tiene que hacer para crear tanta vida en un instante, lo que también es Arte.
Eso quizá  la retrasó un poco en su tarea de imaginar  imágenes, pero ahora sé que se estaba llenando de vida y de emociones, para luego regalarse a borbotones de pintura, de colores, de pasión y de sufrimiento. Así vivió y se entregó al vivir, múltiples veces, al amor, a la vida, a la creación y sin duda y desde luego, al oficio permanente y eterno de soñar. Todo el que quiere crear, tiene  primero que aprender a volar.
Y  cuando parecía que ese concepto etéreo de la dicha se anidaba para siempre en todos, sobrevino la noche,  apareció la pena y la desgracia, se oscureció la luz y se atenuó el color. En la penumbra del día, se prendió y se precipitó la flama destructora de rostros y paisajes. Y se quemaron los sueños, las manos y los ojos, como lienzos de papel vacios  de colorido.
El pincel titubeó,  también la mente y en medio del dolor, de la desesperanza, hubo que otra vez reconstruirse. Y comenzó de nuevo la tarea, lenta, dolorosa, perturbadora. Se escondió a las miradas, a los afectos, a los amaneceres  y la Aurora de siempre, se convirtió en el atardecer de los ayeres.
Mas de pronto, aquella fe de vida que antes había creado a tantas vidas, comenzó a revertirse sobre su propia fe. Entonces, apareció una bella luz como cara de niño que iluminó el camino taciturno. Y volvió el movimiento, despertaron los sueños que ahí yacían dormidos. Y de nuevo la luz se acercó a la mirada y en las horas febriles apareció el color y se llenó de rostros, de preguntas pendientes, de respuestas guardadas en los ojos cerrados.
Y su lienzo de vida, su cuadro de color, adornado de joyas, de cuerpos, de suspiros, se pobló de Miradas, todavía de Mujer,  ahora no de sus ojos, sino  esta vez del Alma!.
San Ángel, octubre 13 de 2011.

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